UN JUEZ RURAL 77 bo lleno de agua limpia, y ;una toalla rota y desflocada al brazo. Eran tales la mugre y los pegotes, en los cabellos oprimidos, que no se veta herida alguna con claridad. —Lavese primero—ordeno el juez—Mas; mas aun! —Me puede entrar pasmo, senor! —Tiene hasta barro pegado... —Si me botaron al suelo .. —Por eso mismo, lavese bien! Siempre quedo adherida alguna mugre tenaz. —iA ver? Inclinese un poco. iDonde lo hirieron? Apenas tiene unos rasgunos. iNo; que fambien hay un costron! —Maestro Norambuena—dijo incorporandose el juez.—Si usted tuviese mas heridas y contusiones, yo no castigaria a la senora Aiderete y sus hijas; no las castigaria, aun cuando el incidente haya ocurrido como usted senala, y no como ellas dicen. El espectaculo nauseabundo que durante una semana Iarga me ha venido dando usted con su cabeza cubierta con vendas llenas de suciedad y sangre seca,

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