38 PEDRO PRADO Las viandas recalentadas, el asada seco, los ninos fastidiados por el hambre sufrida, nada advirfieron ambos amigos mientras almorzaban, riendo de los mutuos e ironicos comentarios. Hasfa Isabel hubo momenfos en que desarrugo el ceno. Mozarena, exfranado de la actitud de la duena de casa, siempre, antes, afable, pregunto: —Y usted, senora, ?que dice? —Digo que Esteban no tiene remedio! Enfermo como anda, con sus nervios cada vez mas cansados e irritables, con el gran trabajo que tiene en la ciudad... pues, ahora, acepta servir de juez...! y, luego qpara que? para granjearse la mala voluntad de los^que tengan que soportar sus sentencias... No lo comprendo! La verdad, no lo comprendo! —Pero, mujer... —?Y quien tiene que soportar, despues, tus nervios y tu mal genio?—Y bebiendo el ultimo sorbo de cafe, llevandose a los ninos, salio contrariada. Tan pronto cruzo la puerta, Mozarena hizo

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