UN JUEZ RURAL 35 ra, con placer voluptuoso pronunciaba las palabras de un modo mas que perlecfo, extrayendoles un oculto sentido, con tendenciosas sonoridades: las vocales adquirian en su poder la gama burlesca de un gargarismo, y las consonantes tentanse de los reflejos que podrian arrojar en la voz humana los mas felices y rotundos perfiles caligraficos. Su aliento ofrecta las eses finales ornamentadas de un enroscado adorno silbante, despues de hacer ondear las frases de mayor importancia, apesar del grueso subrayado de solemne gravedad con que las emitta. Don Juan Crisosfomo Urquieta, con una vaga sonrisa conmiserativa, miraba por la ventana abierta sobre el camino. Solaguren, observando a ese hombre largo, esqueletico y deslavazado, que acaso se burlaba de su ignorancia; y a ese otro hombrecifo gordo, lector acucioso, todo lleno en su contra de oculta alegria, sintio que a el tambien subtale desde rnuy adentro una sonrisa profunda. En seguida del rico contribuyente, colocado

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