UN JUEZ RURAL 15 to en algunas consfrucciones de la ciudad. Una hermosa profesion; pero habta dtas desagradables, como el que acababa de pasar, turbios por reyertas con contratistas y obreros. Dormidos los ninos, su mujer volvio trayendo otra silla. Cuando estuvo sentada a su lado, Solaguren, sin moverse, tendio hacia ella una de sus manos. —iY Juan?—pregunto. —Tiene hinchada la frente; poca cosa. Es tan loco; todo el dta se aporrea. De la Iglesia Parroquial—era el mes de la Virgen—llegaba el eco de lejanos canticos. Se escuchaba apenas la murga de un circo distante, y unos silbatos largos y prolongados de un tren que iba hacia el Norte sonaban con el acento de una voz humana. A1 oirlos, una extrana nostalgia por remotos viajes y un deseo doloroso de conocer otras gentes y otras tierras acongojaba sutilmente el animo. De los cuadros del jardin, donde aun luctan algunos alelies floridos, subta un perfu-

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