14 PEDRO PRADO fal vez me agradase, sabes!... Pero ya presiento las molestias! Queda tranquila, Manana renuncio. iQuien me propondria? No me explico. Callados, antecedidos de los ninos que buscaban acercarse a la madre, fueron nuevamente hacia el dormitorio. El olor a las fogatas habtase desvanecido; la luna asomaba alta por sobre los arboles, y una silenciosa placidez se filtraba entre las enredaderas de madreselvas y rosas trepadoras entretejidas de uno a otro de los pilares del corredor. Mientras los ninos se acostaban, Solaguren arrastro una silla de mimbre hasta un claro entre las enredaderas por donde pasaba la luz de la luna, y repantigandose allt, se dejo acariciar por esa claridad dulce y sosegada. El cansancio de sus trabajos y afanes diarios recorrta sus miembros con una modorra mas deliciosa que la de los vinos: jera un placer hondo ese de sentir tan claramente su cuerpo! Esteban Solaguren trabajaba como arquitec-

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