170 PEDRO PRADO Era el clasico caballejo de nuestro pueblo: mal comido, melancolico, dos veces silencioso. —Si, no tenia marca a fuego. qLa pinta blanca de la (rente? Alii estaba, casi oculta por el mono engrosado de cadillos. ?Y el lomo? jLas costritas! iCarne viva! |Llagas viejas! dlrian a brillar de alegria los ojos de la pobre bestia a la vista de su verdadero amo? ?Le brillarian de indignacion? dLanzaria una patada reveladora? —iQuiere ver si esta herrado? Estaba de las cuatro patas. Ese caballo deshecho por una esclavitud que lo habia quebrantado, ante nadie reaccionaria en forma alguna. Como un oprobio, la tuza recortada con gran esmero, serviale para engalanar su tristeza. —iQue hacer?—volvia a decirse indeciso Solaguren.—iQuisiera veros aqui, famosos jueces arabes de las fabulas brillantes! iQuien es el dueno? Sea quien sea, la tortura recomenzara para el pobre bruto. Cabizbajo penetro a la audiencia; de pronto, volviendose hacia el gordo, dijo:

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