UN JUEZ RURAL 149 El gordo vino lentamente hacia donde estaba Solaguren, metio lo que pudo de su gruesa humanidad por la brecha del tapial, y al ver al caballo caido, lanzo una risotada. —Psh!—hizo—iy que quiere hacer? —Sacarlo de aht. —iPara que? El infeliz anda buscando sepulfura.—Y lanzo ofra gruesa carcajada. Y su risa resulfaba ser contagiosa por lo abierta, lo sonora y lo robusta. —No; venga usted; ayude! —Lascosas de Su Merced—dijo el gordo.— Espereme, entonces; voy a dar la vuelta. Solaguren penso en llamar a Mozarena. El pintor, fingiendo no haber reparado en el accidente, dabase gran prisa en manchar la tela, acaso con animo de acudir. Ya el gordo asomaba por la boca-calle mas proxima trayendo un cordel. Allt, con las patas dobladas y las huesudas ancas en lo alto del terraplen, y todo el resto del cuerpo colgando sobre el foso, ofreriase el espectro cabalgar. —De donde lo tomo que no lo desarme...

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=