148 PEDRO PRADO les de ramas potenfes ahorquillandose en complicados arabescos; sobre las nubes doradas, largas y evanescentes; en humos lentos que enredaban el vellon de la luz para engalanarse con su resplandor. Altos volantines o cometas, puntos rojos, blancos, amarillos, dormtanse en el aire. Como peces a la hora de la siesta, al ser requeridos por manos ocultas, daban una coleada brusca, y luego quedabanse mas quietos y sonolientos. Los hierbajos amarillos de las bardas, las malezas secas, venta comiendo un caballo de una flacura inverostmil. El verdor del foso le tento, y al meter las patas delanteras en el comienzo del talud, sin fuerzas, resbalo quedando resignado en una postura que iba a desarmar su osamenta. Solaguren, como si despertara, tardo en acudir en su auxilio. Mirando por encima de los tapiales desmoronados vio a un hombre gordo que le observaba desde el interior de un huerto. —Ayude, amigo—dijole.—Un caballo acaba de caerse al foso.

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