UN JUEZ RURAL 123 ulfimos dias otonales; en la sala ensombrecida por la luz cenicienta, el juez diose a recordar el paseo que hiciera el dia anterior con Mozarena, y muy especialmente la epica historia de Calienta la Tierra. No estaba alii ningun vagabundo de su ta11a y relieve. Todos eran ociosos vulgares. Sin embargo, observando con detencion sus fisonomias, pudo establecer cierta diferencia entre las de los vagos y las de los ebrios. Muchos de los primeros pecaban tambien por borrachos; pero e! vagabundo clasico tenia una fisonomia mas impenetrable que la del simple ebrio. En su gesto habia vaguedad; pero a la vez, soberbia y desprecio; en el de los ebrios, disimulo, actitud quejumbrosa, espirifu variable y simiesco. El secretario, cumplidos los engorrosos preliminares, senalo a los reos por delito de vagancia. Todos eran de edad indefinible. Bien se comprendia que entre ellos debia de existir grandes diferencias; pero tan pronto se queria determinarlas, formabase un embrollo ante no

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