102 PEDRO PRADO sabes? Crei haberfela referido. Hombre alto,, solido, de tronco largo y grueso, de cabellera amplia y crespa, y de una fisonomta recia, de rasgos rotundos...y desconcertantes. Era de una bella fealdad. No creas que invento; lo co~ noct cuando nino; talvez por ello le vea ahora en mi recuerdo un tanto idealizado; pero lo que te refiero es la verdad. De sus ojos fluta indiferencia absorta, y sus gestos eran tan es~ peciales, que se dirian los de un rey en el ostracismo. —Como se conoce que eres, tambien, un vagabundo! Endiosas a tu Calienta la Tierra. —Oye, sera mejor.. .vivta, cuando yo era muchacho, cerca de San Juan, en un pueblecillo que cruza el estero de Quinones, y que se llama...se llama...espera...ya recordare. Nunca supe el nombre de ese hombre extrano, y acaso nadie lo conociera; recuerdo que todos le daban ese dictado magntfico: Calienta la Tierra. pQuien lo vio alguna vez trabajando? Pasaba las horas muertas tendido bajo los arboles. —-Inventas... —interrumpio Solaguren.

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