96 PEDRO PRADO Bebieron los amigos el resto de vino que quedaba en la botella; un vino nuevo, aspero y grueso. Una ligera, alegre, beatifica languidez comenzo a ganarlos. Con la marcha del dia la sombra del nispero habia ido corriendose, y el bianco mantel des~ lumbraba al sol. Una brisa ligera movia la copa de los arboles, y ligeras ramillas comenzaron a caer sobre la mesa. Una aranita minuscula, desde una flotante seda en vuelo, se deslizo como un maromero y huyo despavorida. Distante oiase el cantar de un gallo, y en la paz de los campos, el silencio placido despues del almuerzo frugal, llevaba el pensamiento y el deseo a una siesta bajo los arboles. Se internaron en la arboleda en busca de un sifio propicio. En el fondo de la quinta, a la sombra de un seto de sauces nuevos, aun cuando el suelo estaba humedo por las filtraciones de una represa de agua, encima de unos toronjiles, que al ser aplastados exprimieron mejor su dulce aroma, las chaquetas hechas sendos

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