UN JUEZ RURAL 89 Las frutillas frescas, blandas, dulces y aromaticas, se deshactan suaves en la boca como tiernos y pequenos corazones a quienes agofara un solo beso. —Que maravilla!—exclamo, paladeandolas, Solaguren. —Nunca habia probado mejores—confirmo Mozarena. El cuadro de la puerfa de la choza enmarcaba el panorama del vasto frutillar vibrante de luz. Por el iban y venian lentas, blancas y lejanas, mujeres coronadas de flores y de pampanos; en tanto el coro de los alamos sonaba como una disfante cascada de agua pura; y la sombra fresca, ahita de perfume de la choza, penetraba sufil los animos, despertando sensaciones vagas, profundas e imponderables... Un campesino gordo y anciano, quiza el mayordomo, falvez el dueno del frutillar, aparecio en la puerta, interceptando la luz. —Aqui estamos saqueandolo, amigo—dijo el pintor. Indiferente, cailado, el anciano esbozo una

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