UN JUEZ RURAL 81 —Espera; voy a traer el mio. Entraba y salta de las piezas, y el baston sin aparecer. Llamados a las empleadas; pregunfas a los ninos. Agitado, molesto, como el tiempo pasaba, resolvio salir sin el. —Vamos, vamos... A1 cruzar el pasadizo, el pintor se acerco a una percha y dijo ironico: —dNo es este? Solaguren, asombrado y sonriente, busco una explication. —Pase veinte veces por aqul. iComo puede ser? Satisfecho, cogiendo la gruesa varilla de cerezo con un abandono, con una intimidad gozosa, exclamo: —Creeras; yo quiero a este baston. Mi mano se amolda a el con una creciente justeza, y siente que la suavidad que ella ha ido logrando con su roce es cada dta mayor. No se explicarme; pero este baston que me acompana cada vez que salgo en viajes y vagancias, me es grato como un amigo tntimo. Lo levanto, y despues de pasar su mano a 6

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