68 PEDRO PRADO dereaba de lo lindo. Aburrido, un dta me ful de la casa. —Robandose cuanto encontro. —dRobarle a usted? Casi todo lo que habia en la casa era mio. Ahora, senor juez, cansado de andar de alia para aca, busco que Luzmira, que de nada ha tenido la culpa, se venga conmigo. —Pero yo no me voy, ni me voy!—salto la joven—yo no tengo nada que ver con este hombre! —Lo que son las cosas—exclamo Aviles. Tan enojada ahora, y antes tan contenta... —Todo lo que ha dicho este sinvergiienza es mentira: nunca ha sido el amante de mi sobrina, ni ha vivido con nosotros. <iY decir que yo no soy tia de Luzmira? iQue sabe este infeliz de parentescos! Vera usted: el finado, mi compadre Rudecindo, padre de esta nina, era hijo de Zoila Zamora, que vivta en Loncomilla, y fue hermana de mi abuela materna. —Permitame—interrumpio Solaguren—no hay necesidad. El juez en este asunto no va

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