194 PEDRO PRADO tanas veianse pasar, cada vez mas oscuras, las siluetas de los arboles y las de los cerros. A medida que la oscuridad iba siendo mayor, los cristales transFormabanse en borrosos espejos. En ellos aparecian otros viajeros mohinos y fatigados, en wagones que alumbraban luces mortecinas, viajeros deslizandose sin ruido a traves de un rio de sombras intranquilas. Nadie reparaba en el espejo que ofrecia la oscuridad; nadie, en la imagen desvanecida que cada cual arrojaba sobre las sombras de los campos. Solo los ninos mayores de Solaguren, burlabanse de ellas, haciendole muecas y desprecios. El pequeno Juan dormia en brazos de su madre. Isabel, la cabeza caida, agotada por tancas noches de vigilia, volvia a cerrar los ojos. El enfermito habia seguido . peor. Los medicos hablaron a Solaguren del clima de la costa como de un remedio seguro. Sin saber si habian aceptado su renuncia, el juez, de la noche a la manana, despues de arrendar una casa por la temporada de verano en un balneario apartado, lio camas y maletas.

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