190 •PEDRO PRADO me era dable, poco a poco fui aproximandome a juzgar el principio mismo que me movia: a juzgar la justicia. Todo el mundo—me dije—acepta que el culpable purgue su delito; y en el propio penado, cuando el ha comehdo una falta, debe exishr identica conviction; de ahi, talvez, su relafiva conformidad ante el castigo que se le impone. Mas, como no hay hombres aislados, el castigo de cualquier individuo, culpable o no, trae una repercusion sobre infinidad de seres que le rodean; sus padres, sus hijos, sus parientes, amigos, conocidos; y aun simples compatriotas, y hasta seres distantes y desconocidos que no tienen noticia de lo sucedido, reciben, tarde o temprano, debilitado o no, en alguna forma, el consecuencial encadenado. Como una campana que se golpea en un solo punto y toda ella vibra, mas o menos ocurre con los hombres. Mi desesperacion, senor Intendente, proviene de que no puedo aislar un individuo, el culpable, y castigarlo solo a el.

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=