12 PEDRO PRADO 4 el ir cogidos de las manos de la madre, aftibos se dirigieron hacia el comedor. Alii, tumbado en un amplio sillon, Solaguren, mientras fraian la sopa, entre los chicos inquietos por juegos y zalagardas, sin animo, entono canciones burlescas. Las risas y los saltos, contenidos dificultosamente en esos diablillos, salieron a lucir en una batahola estruendosa. El padre, olvidando su cansancio, por divertirlos, trepo sober una silla, haciendo conforsiones ridiculas. Y salto, en seguida, al suelo para correr en torno a la mesa. El alboroto llego al delirio. Un golpe y un grifo de dolor paralizaron a todos. Juan, el segundo de los ninos, se habia enredado en un pliegue de la alfombra, azotandose contra la mesa. —Sentarse, sentarse!—grito, asustado y colerico. Solaguren. Acudio su mujer; en tanto el, molesto y nervioso, repartia pescozones a los que creia culpables. La madre, con una servilieta empapada en agua, relrescaba la frente magullada. La comida fue silenciosa. Solaguren volvia

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