106 PEDRO PRADO su insolita dignidad en contemplacion del pasar siiencioso de la corriente del estero, era siempre atisbado por las mujeres. Y a la hora de la siesta, o entrandose la noche, como la bajada mas comoda para ir en busca de agua al estero era la que se encontraba enfrente de su posesion, y como de las frutas de su huerto todas cogtan, sin que el perezoso hiciese otra cosa que sonreir, y los campesinos avaros ven con buenos ojos, aunque los propios bienes les sobren, que sus gentes consumen los del vecino distraido; padres y maridos, sabiendolo, o acaso inconcientemente, dejaban que sus hijas y esposas asolaran el huerto de Calienta la Tierra. Pero la verdad era otra: atraidas por un sortilegio extrano, segun el decir de los vecinos de Zamora, aldea rival, todas las mujeres de Las Cabeceras habian sido poseidas por Calienta la Tierra. Y eran ellas las que siempre rondaban en su busca. Calienta la Tierra las dejaba aproximarse... Jamas olvidare la figura de ese hombre bello y siiencioso! En medio de los campesinos pe-

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