UN JUEZ RURAL 85 —iSiempre se encuenfran? —Siempre; ya veras. —Debemos estar cerca dc un frufillar— agrego el pintor, husmeando el aire— iNo hueles? —Hombrel aunque...si; si; ique olfato fienes! —iVamos? Dos mujeres venian por el camino trayendo sobre las cabezas sendos haces de Iena. Las faldas raidas y sucias y los pies metidos en viejos zapatos resquebrajados por el polvo de los caminos, polvo caliente como ceniza de rescoldo, levantaban alrededor de ellas un halo gris y sofocante. —qHacia donde cae el frutill ar?—les pre gunto el pintor. Las mujeres se detuvieron. Una de ellas, vieja y seca, agobiada por la caminata y el peso de la lena, dejo caer su fardo y se sento en el. —Queda cerca, senor. Siga unas dos cuadras y doble a la derecha; esta en el caminode El Arenal. —Gracias—dijo Mozarena.
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