80 PEDRO PRADO senttase el calor que debta reinar. Los arboles parerian moverse suavemente, y nubes blancas y enormes volaban hacia el Norte. Lo molesto era decidirse; ya vestido serta otra cosa. El agua fresca acabo de despabilarlo, y comenzo a sentir que ascendta con timidez el deseo de la vtspera. Cuando salio de la pieza, y vio a su amigo esperandolo bajo los arboles del jardtn, su animo habta cambiado y una alegria ingenua le dominaba. —Vamos antes de que apriete el sol. —iAmaneciste bien?—pregunto Mozarena. —Salgamos pronto. —<iNo llevas tu caja de pinturas? —No, nada; quiero vagar libremente. —Yo, llevo la mta; pudiera ser... —No pintaras. —iQuien sabe! Cuando no la llevo, me arrepiento. —Y cuando la llevas, tambien. —St; ast es, dijo Mozarena. Y Solaguren, senalando el baston que siempre acompanaba al pintor, recordo:
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