62 PEDRO PRADO Curioso, se puso de pie con animo de ver el resulfado obfenido por Mozarena. —dQue has hecho?—exclamo atonito al observar el trabajo de su companero. Aquello resultaba inconcebible: era el Mirador Viejo y no era el Mirador Viejo. Trajo su tela, y cuando Mozarena termino la suya, ambos, comparandolas, rieron de un modo extrano. Esa risa turbia de la que nos asimos en los casos confusos. Las dos telas eran del mismo famano; el Mirador Viejo estaba a unos cien metros de ellos; Mozarena habia encuadrado en su tela solo el edificio; Solaguren, pinto en la suya, ademas de aquella antigua fabrica, toda una gran porcion del paisaje circundante; la casona veiase, apenas, al fondo, pequena y perdida en la amplia gama dorada. dLa distinta colocacion de un mismo asunfo, ya en el primero, ya en los ultimos pianos de dos cuadros de identico tamafio, pintados por dos personas de conocimientos y tendencias artisticas semejantes, habia bastado para que

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