54 PEDRO PRADO dia esperar un dia mas. Fui a ver los almacigos. Este hombrecito salio a recibirme. Le pregunte si el era el dueno y me dijo que si. No se veian mal las melgas, y le ofreci comprarselas todas. Acepto el precio. A1 indagar si pedia pie en dinero para que quedasen desde ese instante por mi cuenta, me lo exigio. Preferi pagarle el valor total: cincuenta pesos. No fuera despues a arrepentirse! A1 volver en la tarde de ese mismo dia con un carretoncito para comenzar a llevarme mi compra, sale otro senor diciendo que el es el dueno, que no sabe nada de ventas, ni de cincuenta pesos; y como yo insistiese, me saco afuera a empellones. Preguntando en la vecindad supe que el era, en realidad, el dueno, y no quien me habia vendido las cebollas. A1 muy bribon lo habian visto por el lado de El Arenal. iPero de mi no se rie nadie! Y aunque ya han pasado tantos dias, aqui lo tiene usted para que haga en el un escarmiento! —dQue dices tu, nino?—pregunto a Don Beno, Solaguren.

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