UN JUEZ RURAL 53 dignada con el recuerdo de todas sus molestias y correrias. Mujer no mal parecida, aunque obesa y cuarentona, cuidaba aun de su figura: mantilla a la cabeza, aros de granates en las carnosas orejas, reloj de oro al pecho, colgado de un prendedor en forma de paloma en vuelo que llevaba en el pico ancha cinta de turquesas con un romantico «Recuerdo» en gruesas letras de oro. Aquel anclado recuerdo subia y bajaba a compas del grueso oleaje. —Sirvase repetir su demanda—dijo Solaguren—iEs un asunto de unas cebollas? —Si, senor juez; almacigos que este ladron me vendio sin ser el dueno. Unas amigas me dijeron que en la Poblacion Garin habian visto unos almacigos de cebollas. Tengo una propiedad en El Blanqueado, trabajo en chacareria y prefiero unicamente tener verdura temprana o tarde, porque los precios son mejores y el terreno que poseo no me alcanzaria para vivir _ bien si asi no lo hiciese. Era en visperas de San Pedro de Alcantara; ya el tiempo estaba muy avanzado; no po-

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