32 PEDRO PRADO leyes, era lo mas probable que su desempeno como juez fuese poco airoso. Un tablero saliente sobre la puerta de una antigua casa de adobes enjabelgada de cal, decia en grandes letras ser ese el sitio de la secretaria del juzgado. Los datos que le dieron sobre su ubicacion eran precisos: al (rente estaba el bosquecillo de acacios; antes, la herreria. qEl camino entre alamos? Arrancaba un poco mas lejos. Al llegar a la puerta del juzgado salta el secretario. Al ver a Solaguren lanzo una entusiasta exclamacion; htzole una reverencia, y, poniendose al lado de una puerta interior, la cabeza baja, el busto inclinado, una mano sobre el pecho, la otra indicando rumbo, dijo: —Usta, esta en su casa. Salta a aguardarlo. Usta se servira pasar. Solaguren quedo regocijado por tan ceremoniosa recepcion. Diviso en el zaguan, y en una galena interior, a varios hombres y mujeres con aire de abatido aburrimiento. Sonriendo, seguido del secretario, el nuevo juez penetro en la sala de audiencias.
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