UN JUEZ RURAL 31 o absurdas, coronadas de humillos azules, Formaban ese arrabal desolado, ultimo limite de la ciudad. Dos, tres, cinco argueneros a caballo, que venian de Renca o de El Resbalon, sentados entre las grandes cestas llenas de olorosas frutillas, pasaron silbando a compas del vaiven somnoliento. Ese disperso caserio, esos campos que se exfendian hacia el ponienfe, hasta el alto y lejano cordon de cerros azules, formaban su jurisdiccion. Cuando penso Solaguren que en lo que abarcaba su vista, campos y poblados, todos los hombres que en ellos consumtan anonima mente sus existencias, tarde o temprano acudirtan a el para que dirimiese sus cargos y querellas, sintio una penosa confusion. Experimentaba a la vez orgullo por lo amplio del radio donde ejerceria su autoridad, vivo deseo de fallar siempre guiado por la dulzura, y manifiesta inquiefud de que sus propositos fuesen vanos, pues, dada su ignorancia de las

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