UN JUEZ RURAL 27 llos, creciendo en dolorosas contorsiones, a orillas de las aguas putridas, osfentaban en lo alto alguna pequena jaula de carta, donde un pajarillo invisible cantaba alegremente. Un comercio pequefio y numeroso, mas ilusorio que real, veiase por todas partes. Rara era la puerta d&calle que no fuese a la vez la de un reducido almacen de provisiones; algunos tan poco surtidos e insignificantes que detras del meson sobajeado, en estanterias rusticas de dos o tres tablas, divisabanse escasas botellas polvorientas, tarros mohosos y frascos casi vactos con comestibles inclasificables por lo sombrio de los recintos, casi siempre solitarios. De la calle sucia, llena de un polvo gris, hondo y muelle, surgian de improviso, a impulsos de vientos caprichosos, trombas cenicientas donde danzaban papeles y livianos desperdicios. Avanzando en veloces e imprevistos zigzags, muchas veces toda esa farandula colabase por algunas de las puertas de los tristes recintos para bailar en los oscuros interiores una desatada zarabanda.

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