250 PEDRO PRADO —Sea lo que sea, mi amigo: ?su mujer le engana? ?su hijo es un ingrafo? iesta usted enfermo? ?no le pagan sus acreedores? ?va a quedar en la miseria? —Y fodo eso, seria nada para ustedes? —Nada, no; pero ipuede remediarse su situacion? —No se trata de cosa alguna de las senaladas. —Y bien, entonces, ?cansancio, aburrimiento? —Y (Lque les importa? —A nosotros, verdad es, no nos interesa! pero nos resultaba tan molesto verle andando en esa fachal —Mozo! traiga mas cerveza, <iO prefiere usted otra cosa?—ofrecio el pintoD —Yo me voy—dijo el desconocido poniendose de pie. —Nosotros le acompafiaremos—dijo Mozarena. —No... no! —Dejalo—dijo Solaguren— este senor teme algo. Todo es sospecha entre desconoci-

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