UN JUEZ RURAL 249 nosofros esfabamos con el animo dado al demonio. Ahora aun no estamos libres del todo; pero nos hemos convencido que es preciso reir! iReir, aunque sea sin ganas! . El desconocido observaba desconfiado a ambos amigos. Bebio su cerveza en silencio y dijo ttmidamente: —qVienen ustedes de alguna juerga...? El pintor reta gozoso. —Es para creerlo... —Nada de eso, mi buen senor—le dijo Solaguren—repito que estabamos abrumados, tristes de pensar en cosas sin salida; y hemos resuelfo reir para iibrarnos de tales majaderias. Si no todavia bien, no nos va, tampoco, muy mal con el remedio. Quisimos aliviar a usted! Eso es todo! —iQue raro...! —Si, ast lo encontrarta cualquiera, pero no lo es. No imagina usted lo ridtculo que resulta observar un hombre triste cuando uno acaba de sobreponerse al mismo mal! —Pero qsaben acaso lo que me pasa?—dijo, atonito, el anciano.
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