248 PEDRO PRADO Solaguren, risueno, se sacudia el hombro. Alii, a un paso, habta un cafe abierfo. A los grifos salio el mesonero. Solaguren, temiendo un desagrado, convido al desconocido para explicarse. El desconocido se resistta. —Anda, viejol—le dijo Mozarena tomandolo con fuerza y obligandole a entrar. —qTenemos facha de bandidos? Mtrenos usted dijo sentandose el pintor. —qPero queteme?—Y rio Solaguren ante el terror de ese pobre diablo. —No sea usted imbecil—seguta agresivo Mozarena, observando la actitud desolada del vejete. —qPor que me insultan? qQue desean? —Nada, senor mto, nada,—rio el pintor.— Mozo! tres cervezas. —Pido a usted perdon!—comenzo Solaguren.—La culpa es mta, es estupido y sin senfido lo que hice; pero ique quiere! Le ventamos observando; revelaba usted estar tan preocupado, y tan triste! Hablaba y gesficulaba de un modo tan exfrano! iQue le pasa? Tambien

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