246 PEDRO PRADO nos envuelve. Esta soledad nocturna de las calles dormidas oprime. ?Por que? Ilusiones ..! —Mira ese senor—interrumpio el pintor.— jQue facha! A ese la soledad le perfurba. —iQue tipol—asinfio Solaguren.—?Sigamosle? Delanfe de ellos, por la misma acera, un hombre caminaba con pasos lentos. De tiempo en tiempo se defenta, esbozaba un gesto sacudiendo sus hombros como para desembarazarse de un fardo molesto, movta la cabeza sentenciosamente, y hasfa una vez se oyo, ahogada, su risa sardonica. En un cruce de calles se detuvo pensativo. Un automovil veloz y sigiloso estuvo a riesgo de afropellarle. Mozarena y Solaguren pasaron a su lado observandolo con atencion. A la luz del foco electrico vieron su rostro envejecido. En ese instante se sacaba el sombrero para enjugarse la frente: profundos pliegues cruzaban su enfrecejo, y a cada instante revolvta el pescuezo como si el cuello de la camisa le oprimiera.

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=