244 PEDRO PRADO Ninguna chispa de alegre desenfado o de mentida ternura. Calladas, no falfas de belleza vulgar, pero carentes de gracia, era necesario estar ebrio para desearlas! Como yo permaneciese observandolas en silencio, una de ellas me pregunto en que pensaba.—Pienso—les dije—en que usfedes no conocen su oficio.— Las arrasfradas conversaciones de mis amigos se interrumpieron dispuesfos a escucharme. Aquella noche en la comida yo habia estado con facil vena, y aun duraba el ligero prestigio adquirido.—qQue dice? —me pregunto una mujer de rostro fino, con gran escote y pintada como para salir a escena.—Afirmo que ustedes no conocen su oficio. Con esa actitud hueca estan todo lo mas Iejos imaginable de la mujer que el hombre siempre busca. qPor que no se acerca alguna de las presentes y me engana, mintiendo interes por conocerme, e indaga esto y lo otro sobre mi nombre y mi vida, buscando que la conversacion resbale hacia confidencias intimas, confidencias de tristezas reales o fingidas que yo, como todo hombre,

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