242 PEDRO PRADO —Estoy pensando en las muchachas del discurso .. —iNo haber vuelto!—dijo Solaguren. —Ya es tarde para arrepentirse. Demasiado tarde... Tu no quisiste. —Veia las cosas de otro modo; en cambio, ahora... —Que no venga nadie a comer aqui, en esfas noches tan agradables—-dijo el pintor. —Si ustedes vieran los comedores reservados. • ■ respondio el mozo, que se acercaba con el cafe. —Ah!... me extranaba... Entonces ese ruido... —Y nosotros como un par de imbeciles! No se debe venir a estos sitios sin buena compania. Solaguren pago con explendidez. El fresco de la noche enjugaba el rostro de los amigos. Por el camino de los carruajes, oscuro y solitario, descendieron entre rises y carcajadas insultantes: reto inconciente a la tristeza vencida.
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