236 PEDRO PRADO ambos amigos quedaron distantes, y no pudieron seguir conversando. Al subir por los sombrios senderos del Santa Lucia iban sorprendiendo, en los bancos ocultos, parejas y mas parejas de enamorados. —Esfos no se aburren!—dijo el pintor. —Quien sabe! Cuando estoy solo y con el animo turbio y veo estas escenas fontas me sienfo aun mas oprimido—dijo Solaguren.—No es envidia, ni vagos celos, ni ardor sensual; es deseo profundo de algo nuevo y grande. No hablo de lo que llaman el amor verdadero, ni de nada parecido. Es un ansia total... algo que nos dignifique y libere; no se explicarme... En fin... dejemonos de tonterias! Hemos venido a comer qNo es ast, ilustre Mozarena? Llegados a la terraza del restaurant, que estaba solitaria, escogieron una mesa desde la que se dominaba la ciudad. Ya era noche cerrada. Vetanse los rosarios de luces de las calles de Santiago. Mientras tratan los primeros platos, apoyados contra el parapeto, los dos amigos contemplaban en silencio el espectaculo nocturno que

RkJQdWJsaXNoZXIy Nzg5NTA=