UN JUEZ RURAL 237 Mozarena, sonriendo largamenfe, Solaguren callado, siguieron su camino. AI llegar a la proxima bocacalle el pintor volvio la cabeza. Las jovenes, asomadas nuevamenfe al balcon, risuenas, les segutan con la vista. Mozarena les hizo un ceremonioso saludo, y ellas respondieron entre risas. —Las muchachas contesfan—dijo el pintor. —LVolvamos? —Para que!—replico Solaguren—dejalas... —Despues de tu discurso debemos volver. Solaguren, sonriendo despectivamente, tomo de un brazo al pintor, y como arrastrandolo dijo: —Dejemonos de aventuras. . —Pero hay un contrasentido... —Y bien... Pasaba un tranvia. —Sube! sube!—ordeno Solaguren.—Ya es tarde! Comeremos en el restaurant del Cerro. —Hombre —exclamo el pintor, ya en el tranvta,—que tristes habran quedado las pobres muchachas! —ctY nosotros...? Al ser apretujados en la platatorma pronto

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