236 PEDRO PRADO —Mira!—advirtio Mozarena. De codos en una venfana de un segundo piso, dos mujeres jovenes confemplaban el pasar de los escasos transeunfes. —Tambien se aburren!—afirmo Solaguren. Las jovenes habian reparado en ambos amigos y los observaban curiosas. —Deciamos, senorifas—exclamo en voz alta Solaguren, con una nafuralidad desconcertanfe —deciamos que acaso ustedes esfen alii desoladamenfe aburridas. Asi lo esfamos tarnbien nosotros; pero mas abrumado me enconfraba yo, antes de juntarme con mi amigo. iMenos los estariamos todos, si ustedes se reuniesen con nosotros! Las muchachas, confundidas, se retiraron del balcon. —Oh! no se molesten ustedes! Si; ya lo sabemos... es imposible! No seria bien visfo. No es correcto decir ni aun en la intimidad lo que un desconocido les dice ahora en plena calle. Perdonen! —Que tipo! —exclamo admirado el pintor golpeando el hombro de su amigo.
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