UN JUEZ RURAL 233 y, entonces, dde que nos sirven nuesfras explicaciones? —He pensado—murmuro el pintor—sobre ello. No es la primera vez que hablamos de cosas parecidas. El verdadero senfido de las cosas se nos escapa, y luego... dNotas— se inferrumpio—que desde aigun tiempo, principiemos a hablar de lo que sea, pronfo venimos a caer en temas abstrusos? —Si—dijo sonriendo Solaguren—y cuando nos separamos me dejan el animo malo. Corroe fanto cualquier pensamiento sin salida! Pero es grafo pensar. —Ah! si! Vagar y pensar! iCuando volveremos a nuestras excursiones? —Y que buenos ratos pasamos! Pero ahora no las repetiria. —Ni yo tampoco. —No haria nada, nada!—afirmo Solaguren. No se si es el verano, la cosfa, o los anos que se me vienen encima, pero sienfo un aburrimiento salvaje. Es como si yo fuera una fruta amarga que la vida hubiese puesto a madurar.
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