252 PEDRO PRADO centro de !a ciudad antes de que se cerraran las oficinas y consultar a su abogado. dDonde ir? Cerca de su casa, en una caile atravesada, vivta Mozarena. Fue en su busca. Mozarena no esfaba. Bromeo con uno de los hijitos del pintor, enfernio en cama. La esposa de su amigo, una mujer flaca y peaueha, salio a despedirlo hasta ei rellano de la escalera para alumbrarle mientras descendta. Solaguren habia entrevisto rapidamenfe la miseria de los cuartos estrechos y respirado el aire de la pieza del enfermo. De golpe venta a dominarlo su humor indescifrable; una lentitud desmayada se apodero de su lento andar sin rumbo. —Hola! Solaguren. —Vengo de ir a buscarte. Llegue hoy. Dos cuadras mas lejos dabase de manos a boca con su amigo. —iVamos a casa? —No... pase a convidarte; a convidarte a andar...a que se yo...Comeremos juntos iquieres? —Bien! Aunque... Espera... Acompaname
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