230 PEDRO PRADO tana, extrajo la barra de fierro, y, enfreabriendo el postigo, hizo lo posible por ver hacia la puerta de calle. St, alii estaba. Allt permanecta el mendigo. Veta sus pies calzados en viejtsimos zapatos de cuero reseco, llenos de grietas y rofuras por donde asomaban los dedos inmundos. Tendido nuevamente en su lecho, respirando el aire desagradable de ese departamento largo tiempo cerrado, sintiendo en torno el ambiente de la casa abandonada, y sabedor de que un mendigo y vagabundo montaba la guardia sentado en las gradas de la puerta de calle, Solaguren sonrio sin sentido a una confusa impresion. E5IBLI0TECA NACIONAL secci6n chilena

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