UN JUEZ RURAL 229 >de tierra extraida de las cuevas por las ratas, y temio por la solidez de la muralla de adobes humedecida desde hacfa tiempo por los derrames de una caneria oculta. Despues de haber dejado escurrirse el agua descompuesfa, el recien llegado volvio a su dormitorio. Levanto la sobrecama, gris de polvo, y, de golpe, como un fardo, se tendio en el lecho. En el silencio y la quietud su cabeza comenzo a resonar devolviendo el ruido del tren que no cupiera en ella. Fluta en torno como la espuma que rebalsa burbujeante. Lentamente fue paseando su visla por el te~ cho y las paredes, deteniendola en manchas y telaranas, en todo lo que ofreria un aspecfo ingrato. El dormitorio daba a la callejuela; filfrabanse por las rendijas rayos de sol en los que danzaba, cada vez mas lento, el polvo aventado del lecho. El ruido de un baston, al golpear la acera, le preocupo. iEstaria aun el mendigo? La curiosidad fue venciendole; sigilosamente se acerco a la ven-

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