228 PEDRO PRADO va, asqueado de ese espectaculo, pensando fugazmenfe en mil cosas, Solaguren le alargo bruscamente una moneda, y no sin esfuerzo, avido de verse libre, pudo lograr que la maldifa Have diese vuelta en la cerradura. Desde la puerta ya lo sorprendio un olor rancio de aire defenido. Por curiosidad recorrio uno a uno los deparfamentos vacios. Los robos en el verano eran frecuenfes en casas deshabitadas. Todo esfaba lleno de polvo. Los papeles de los departamentos veianse con cleajes grises, las puerfas pringosas, los muebles deslusfrados, los cielos con huellas de moscas. La casa muerfa, sin el engano y la disfraccion de la vida de los que alii se cobijaban en el resto del ano, mostraba, con cruda desnudez, huelias repugnantes. A1 aproximarse Solaguren a la cocina dejose oir un ruido de cacerolas y un rumor de fuga. Era un fropel de ratas que hurgaban los desperdicios que la indiferencia de la cocinera habia dejado abandonados. Un olor nauseabundo subia del lavaplatos lleno de agua pufrida. Solaguren quedo mirando los grandes montones

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