UN JUEZ RURAL 227 mujeres veianse vulgares y despreciables, y el mismo acababa por sentir repulsion hacia todas las cosas. Y ast habian pasado uno... dos largos meses embrutecedores. La falfa de cumplimiento de un senor que le habta comprado un retazo de tierra, hizo que Solaguren viniese a Santiago. Un viaje desganado, sin prisa de cobrar, cierto de que toda diligencia seria engorrosa y perdida. Venia... porque cualquier otro en su caso hubiese hecho otro tanto; pero el lo hacta de un modo incierto y reflejo. Y allt estaba, caminando, caminando por su calle lejana, por su calle de siempre: mal empedrada, polvorienta, casi sin arboles que le diesen sombra. No; no era esa su calle de siempre; bajo el sol canicular era el rincon mas miserable del mundo! AI llegar a su casa por una callejuela lateral vio a alguien sentado en las gradas de la puerta. Era un vagabundo sucio y sudoroso. Al ver que Solaguren se detenta, pusose de pie, pidiendole una limosna. Con irritacion compasi-
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