226 PEDRO PRADO nervios. Todo le parecfa admirable y bello, y sonrefa a la brisa del mar que le ahuecaba la bafa, cosquilleandole el cuerpo. La arena era fina, la playa fendida, ofros banisfas le habian precedido. Entraba gozoso enfre las olas. Era una desgracia no saber nadar. Cuanfo le hubiera agradado sentirse mecido por las aguas o cruzar los verdes tumbos! Sus mejores dias eran aquellos cuando focabale en suerte no fener nadadores en su compania. Menos empequenecido, al internarse e internarse en las aguas, experimentaba el placer, de cara al mar, de no fener ante si mas que el vasto especfaculo de las olas. Luego el dia confinuaba su curso, cada vez mas monofono y agobiador. Veraneanfes insulsos, copas de licores fuerfes, bebidas por compromiso, que entorperian su ammo, y chistes viejos y conversaciones ficticias que iban resbalando hacia el eterno fema de las mujeres y el incitanfe de la sensualidad... Que de hisforias y de anecdofas sucias y de comenfarios sobre escandalos sociales! Todo aquello enfrefenia endiabladamente. Pero, despues, las
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