UN JUEZ RURAL 223 y senfir e! ruido familiar de la ciudad con sus automoviles, carruajes y tranvfas, echo una rapida ojeada en conforno, y los edificios Ie parecieron mas pequenosja Alameda irrisoria, las genfes absurdas, y todo extrafio, miserable y aplanado. —<iY a donde voy fan de prisa? Su franvia no llegaba, y debio aguardar unos insfanfes. Ellos bastaron para que la impresion de molesfia y de desvfo hacia fodo lo que le rodeaba se encauzara en una melancolia absurda. De los grandes almacenes veia salir cargadores, llevando a los carros gruesas vigas, ro~ llos de alambre y fardos y mas fardos, sacos y mas sacos, fodos llenos de quien sabe que cosas. Oianse ordenes energicas; los comerciantes, libreta en mano, revisaban unos papeles y volvian a desaparecer en los grandes, Irescos y oscuros almacenes. Un gran desprecio y una gran conmiseracion por todo ese vano empeno de riquezas, y por toda esa loca actividad estrujaban el animo de Solaguren. Cuando subio al tranvia lo hizo con lenfifud,
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