ALTA NOCHE Solaguren recibio la manta que le alargaba el mozo y salfo sobre su caballo. Las casas dispersas de El Tabo, visfas a esa hora de la alta noche, poniendose en el mar la luna menguante, fodo el solitario paisaje costeno pareda el de un mundo desvanecido que alumbraran las auroras de la muerte. Siguiendo un angosto sendero encajonado bajo a la playa. La marea comenzaba a des-

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