214 PEDRO PRADO Tan pronto el hombre calla, el bronco son del oceano mide el silencio. Ved en los rostros como todos lo escuchanl Cada cual, como cantante del coro antiguo, espera su turno; brotan las palabras a compas y han de ser alias y firmes para que tengan sentido y dominen aquel hervor. Es una pieza grande. En una mesa central brilla una lampara. Su luz constante y quieta priva a su resplandor de la escondida palpitacion vital que parece esconderse en todo manantiai luminoso. Luz apacible tambien para los otdos sutiles das tu ritmo al ambientel Isabel, dentro del ctrculo luminoso, redbiendo en su regazo como divina cosecha las cabezas de oro de sus hijos dormidos, lleva el compas, alisando sus cabellos. Solaguren, retirado y envuelto en las sombras de un rincon oscuro, vecino a los negros cristales de la amplia ventana que da hacia el mar, ve reflejarse en ellos, como en el aire y sobre las aguas oscuras, ese cuadro intimo. El viento que encrespa las olas nada puede contra aquella luz que brilla mas segura que un faro.

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