202 PEDRO PRADO Solaguren, receloso, tanfeo su revolver. —Vamos bien! Vamos bien, patron—volvieron diciendo el cochero y su compadre. Subieron nuevamente al break, y comenzaron a descender la larga cuesta que lleva al lugarejo de Zarate. Al dar la ultima revuelta, aparecio una fogata a medio extinguir. Era un convoy de carretas alojado cerca del estero. Vagamente percibtanse los carreteros durmiendo alrededor del fuego, y a los bueyes, atados a la culata de las carretas, comiendo sus raciones de paja. Pocas cuadras mas adelante se detuvo el break, y descendio el compadre de Miguel, deseandoles buen viaje. Cuanto deploro Isabel la ausencia del desconocido, antes sospechoso. Atravesaron al paso, con gran esfuerzo de los caballos, el pesado y largo arenal del estero. Los gritos de Miguel, animando los caballos, turbaban desagradablemente la quietud campesina. Bien hubiera deseado Isabel que pasaran \
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