200 PEDRO PRADO instante Ios viajeros surgieron borrosos de las finieblas. Despues quedaron brillando en desvanecencia dos infimas brasas. Los ninos las espiaban alenfos, deseosos de verlas esparcir nuevamenle aquel pasajero resplandor. Siguio el carruaje, en ese viaje irreal, rodando y rodando... De farde en tarde, al cruzar cerca de las eras o de Ios apriscos, perros ladraban. Distintamenle percibiase, en el aire, a veces el olor suave de la paja quebrada del trigo, otras, el mas pronunciado del esfiercol de las ovejas. Los caballos seguian indiferenles, y los ladridos pertinaces iban perdiendose en ahondadas distancias. Isabel, intranquila, no pudo soportar mas hempo su inquiefud y pregunto: —iPor estos campos no anda genfe mala? Solaguren, desde la sombra, sonreia compasivo. Alargo una mano y oprimio y retuvo las de su mujer, frias y pequenas. —No, senora—respondio el campesino. En este ano, no se ha oido decir nada—Robos de animales, no mas. Dicen, si, que se ha fugado
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