UN JUEZ RURAL 199 —dEs usted el compadre de Miguel?—pregunto Solaguren en la oscuridad. —Yo soy—respondio una voz. —dVa a El Tabo? —No, senor; me bajo en Zarafe. —Siguio un largo silencio. Se oia el trote de los caballos y el rodar de las ruedas; repentinas sacudidas conmovtan a los viajeros; luego el carruaje, que parecia ir deteniendo su marcha, comenzo a levanfarse del extremo delantero, los caballos avanzaban resoplando, la fusta hacta oir sus restallidos, pero la oscuridad era fan impenetrable que parerian seguir quietos, siendo fodos los vaivenes y ruidos una simple comedia, una comedia que no basfaba a dar la impresion de un viaje real y de un avance efecfivo. —dQuien tiene cigarrillos?—dijo la voz de Solaguren. —Aqui, patron—ofrecio el campesino. Solaguren encendio un cigarrillo. El desconocido hizo ofro tanto. A1 aspirar el humo, las pequenas ascuas dieron una rojiza y mortecina claridad, y por un
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