UN JUEZ RURAL 197 ren nuevamente con el chico en brazos, fueron avanzando cuidadosos. Pronto la pajuela se consumio; irresolufos, se detuvieron. —Por aqut, patron; por aqut! Una nueva y breve luz les acompano cortos instantes, para volver a quedar otra vez mas sumidos en las tinieblas. —Nose ven ni las manos...! —Aqut esta el coche. No;...aqut! —iNo tienes faroles! qComo vas a guiar? —Y con estos caminos!—exclamo angustiada Isabel. —No hay cuidado, senora; suba, patron. A tientas treparon al estribo. Miguel, el cochero, se acerco a Solaguren pidiendole le permitiese llevar otro pasajero: se trataba de un amigo, de un compadre; irta solo hasta la mitad del viaje; sobraban asientos... —Bien; que suba. Parectan haberse acostumbrado algo mas a la oscuridad; pero ya dentro del coche las tinieblas fueron absolutas. Cuando todo estuvo listo, Miguel azoto los caballos.

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