184 PEDRO PRADO comer he debido empenar todo lo poco que fe~ ruamos; y, ahora sin cosa alguna de que echar mano, enferma y con cinco hijos menores en medio de la calle, no se a quien clamar... A una pobre mujer que frabaja el dia enfero para alimentar a sus hijos iquien la conoce? No debta molestar a su merced; se que nada puede hacer; la ley es la ley. lA quien acudo, entonces? El es el culpable; pero, ademas de el, pagando estamos los inocentes. Y cuando el era bueno...—y ya sin fuerzas la mujer enfregose al torrente de los sollozos que la vaciaban. El movimiento compasivo de Solaguren fue detenido por una turbacion creciente y dominadora. La madre, caida en el banco, lloraba sin consuelo. El juez, mudo, la vista distante, el pensamiento en trabajo, saco unas monedas y pusolas en la mano de la infeliz, deseoso de quedar solo. Con paso lento, abstratdo, fue caminando hacia el huerto. De vez en vez alzaba los ojos interrogadores como en un mudo dialogo, para volver a bajar el rostro concentrado, escuchandose.
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